Por cuestiones de trabajo o circunstancias de la vida, la mayoría de los viajes que he realizado han sido sólo, muchas personas no se imaginan andar solas de pata de perro por el mundo, pero tiene sus ventajas, no dependes de nadie para cambiar de planes, conoces mucha gente y tienes tiempo de hacer introspección de tu vida. Por otro lado, las cosas que se van viviendo siempre se extraña compartirlas o comentarlas con alguien durante un viaje.
Pero bueno, esto es un blog de tragos, je je, y en esta ocasión platicaremos de España, en donde tuve la fortuna de no viajar solo, sino con mi primo Rafa y un amigo Español, Emilio. Simplemente el mejor viaje que he hecho, tanto por la compañía como por las experiencias gastronómicas, los vinos y las fiestas.
Este viaje no hubiera sido lo mismo sin el Español Emilio, amigo de mi primo e hijo de un comerciante de Jamón Ibérico (jamón de pata negra o de bellota). Residente en Málaga pero oriundo de la ciudad Española-Africana de Melilla, por lo que su apodo era “El africano”. Gracias a los contactos comerciales de su padre, Emilio conocía gente en cada ciudad o pueblo español, por lo que pudimos conocer esos “pequeños lugares” escondidos, reservados para los lugareños que difícilmente como turista puedes llegar a conocer.
Anteriormente ya había estado en España, pero en esa ocasión en la etapa final de otro viaje, totalmente en bancarrota, por lo que esta era la oportunidad de sacarme la espinita y poder conocer realmente sus costumbres, sus bebidas y su gente.
El viaje se planeo de dos semanas, viajando en auto, durmiendo en campings y gastando todo en restaurantes, antros y cervecerías. La ruta incluía Andalucía, Extremadura, Castilla, Aragón, Navarra, El país Vasco y Cataluña. En ese año acababa de entrar el euro a España, pero los precios seguían igual de accesibles que cuando se usaban las pesetas, por lo que sólo faltaba encender motores y disfrutar el verano Español.
La primera fase del viaje fue Málaga (Andalucía) y sus alrededores, tomando como base el departamento de Emilio. En las cercanías de Málaga hay muchos puertos y playas muy nice, cucas, pijas o como le quieran llamar, llenas de yates de lujo, coches deportivos, mujeres elegantes y bares sofisticados por todos lados. El primer día fuimos a una de las playas a tomar en la costera unos gazpachos (bebida de tomate fría, que en muchos sitios se toma como sopa, pero que también en algunas partes de España se acostumbra servir en vaso como bebida refrescante durante el verano, algo así como un clamato, pero de diferente sabor). Posteriormente pasamos a unas frescas cervezas Cruzcampo, que es de las más populares en Andalucía. Durante la noche nos íbamos de marcha al centro de Málaga, donde es común juntarse en las plazas públicas rodeadas de micro-bares (changarritos sin mesas en donde realmente sólo cabe la barra del bar y unas tres personas) por lo que todos están en la plaza con su vaso brindando y conociendo gente. Ya un poco entrada la noche todos van emigrando a los clubes que se encuentran a unas 3 cuadras. En el club los cadeneros sólo van revisando que no se metan armas y nadie llegue pasado de copas, preguntando a los que se ven un poco mal, cuentas matemáticas, como “la raíz cuadrada de 81” y si no contestas rápido y preciso no te dejan entrar, ja ja ja.
Cerca de Málaga se encuentra Granada, que es una tierra ensangrentada en tarde de toros, y que ciertamente las mujeres conservan el embrujo de los ojos moros. Ciudad increíble, con una presencia árabe todavía muy importante. Después de conocer la Alhambra, nos fuimos al centro a comprar chacharitas y regatear con los moros y después a tomar unas cañas en una cervecería donde no cabía ni un alfiler. En España a medio día las cervecerías son algo similar a una lata de sardinas, todos tomando cañas o medias cañas de cerveza “Alhambra” de barril (la caña es una medida muy utilizada que equivale a un vaso alto estrecho de unos 250 ml., de hecho si sólo dices, me da una cerveza, no te llevan una botella, automáticamente te dan una caña). La cerveza se acompaña con una botanita de boquerones fritos recién preparados.
Ya dejando Málaga, fuimos siguiendo la costa Mediterránea y pasamos por Torremolinos y Marbella. Marbella es una ciudad muy ordenada, limpia, con muchos departamentos de lujo, vida laboral muy activa y playa, realmente una ciudad a donde aceptaría me cambiaran de residencia por trabajo, je je. Ahí nos detuvimos a tomar unas cañas de cerveza y comer unas tapas en un barecito. Seguimos el camino costero, pasamos por el peñón de Gibraltar y llegamos a un camping playero en el pueblito de Tarifa.
Tarifa prácticamente en un pueblo bar (lleno de surfers). Empezando a ponerse el sol, el centro del pueblo se empieza a llenar de jóvenes. Todo el centro está lleno de bares, con diferentes tipos de música, todos con fachadas blancas, techos bajitos, muy mediterráneos, unos se conectan con otros y te sirven lo que pides en vasos de plástico duro (no desechables), para que puedas ir de un bar a otro sin problema. Alrededor de la 1 am, los bares se empiezan a vaciar y la gente se mueve a un club enorme, con bailarinas colgando del techo y música tecno de DJ fantoche. En ese tiempo lo que se veía pedían más de tomar era vodka con jugo de uva, naranja, ron con cola o whisky con ginger-ale. Ya por ahí de las 6-7 am, la gente se empieza a ir, pero no a dormir, se van a un antro after-hours, donde dicen, la marcha se acaba a las 2 pm. Nosotros ya no llegamos a ese último lugar y nos fuimos a descansar al camping en la playa.
Al día siguiente estábamos como ballenas encalladas en la playa viendo los windsurfers haciendo sus acrobacias y curándonos la resaca con un brennivin islandés patrocinado por Rafa.
A medio día partimos a Cádiz, donde vimos la final del mundial de Corea-Japón junto con unos amigos de Emilio y nos asoleamos un ratito en la playa para agarrar color.
En la noche llegamos a Sevilla. Ahí nos encontramos con una amiga de mi primo que se unió al viaje por unos días.
Sevilla es bonita, tranquila, con comida excelente. Visitamos las instalaciones de la expo mundial del 92, interesante, pero como pueblo fantasma, ya abandonada. Cayendo la noche nos sentamos en un restaurant a tomar vino tinto sevillano y comer unos ricos caracoles a la diabla. Posteriormente en otro lugar pedimos una entrada de jamón de pata negra, ahí nos asaltaron, ya que unos 50 gramos de jamón nos salió como en unos 200 pesos. Para quitar el enojo, Emilio contacto a unos amigos para que nos llevaran a un buen sitio. Era domingo por lo que no se veía mucha marcha en la ciudad, sin embargo llegamos a un lugar como en un sótano, de puertas de madera, y casi casi, teníamos que dar una contraseña para que nos dejaran pasar. El lugar estaba lleno, era pequeño y había un espectáculo de música en vivo y bailarinas de flamenco. Ahí pedimos unos tintos de verano, que son preparados con vino tinto y refresco (soda) de limón, o vino tinto con agua mineral, jarabe, jugo de limón y hielos.
Durante todo este tiempo nos íbamos quedando en campings, muchos de ellos afuera de las ciudades, con todos los servicios, fiestas nocturnas en las casas de campaña vecinas y todos muy amigables. En las mañanas el español Emilio no estaba tranquilo hasta que desayunaba su cortado con tostadas (café expreso con leche y pan tipo bolillo partido a la mitad, tostado y embarrado con manteca de cerdo, ya sea natural, o como se come en Extremadura, con manteca colorá, osea manteca de color rojo condimentada con varias especias).
De Sevilla nos fuimos a Córdoba y visitamos la mezquita famosa que tiene, de ahí nos desviamos un poco de la ruta y nos fuimos a Extremadura, específicamente a Zafra a llevar a su casa a la nueva integrante del viaje. En Extremadura, Emilio contacto a una familia que tiene una fábrica de jamones ibéricos y son proveedores de su padre. Viajamos a un pequeño pueblo pegado a Portugal, la fábrica estaba en la casa de la familia, que nos recibió muy amablemente. Nos dieron un tour por la fábrica y las cámaras donde tienen almacenados los jamones para su maduración. Los dueños, una pareja de viejitos simpáticos, mantienen impecable las instalaciones, todo limpio y en su lugar. Al final nos pasaron a su sala y nos ofrecieron varios cortes de jamón de pata negra, chorizo, chistorra, queso, aceitunas y vino tinto (tempranillo de Extremadura). Degustamos como 6 o 7 diferentes jamones, todos excelentes. Al final de digestivo nos invitaron un orujo, que es un destilado de uva, de alta graduación alcohólica, alrededor de 55°GL. Los mejores orujos son gallegos y hay unos que son hechos con hierbas. Se sirven en pequeñas copitas y se degusta solo.
Una vez que salimos de Extremadura, pasamos por Mérida (ciudad con una gran cantidad de ruinas romanas) y nos dirigimos a Madrid.
Madrid, vieja conocida, siempre tiene vida en la noche. De nuevo Emilio contactó a una amiga, que resultó ser bar tender en un lugar del centro de Madrid. Terminando su turno nos llevó a varios barecitos, muchos de ellos exclusivos para los que trabajan en otros bares, con música de jazz o trova y mucho, mucho humo de cigarro (ya es prohibido fumar en lugares públicos en España, pero esos bares eran como escondidos, clandestinos, nosotros nos teníamos que salir de vez en cuando para respirar un poco de aire limpio y limpiar nuestros ojos llorosos de tanto humo). En Madrid la cerveza que manda es la Mahou, aunque también es común encontrar San Miguel.
El día siguiente fuimos a Toledo, a solo 40 minutos de Madrid. Ahí después de recorrer la preciosa ciudad, nos metimos a una tienda de embutidos, compramos unas hogazas de pan, pate de cerdo, de ganso, chorizo madurado de carne de jabalí, y de carne de venado. Después en una vinatería nos compramos unos cartones de vino tinto y una coca-cola, para preparar unos calimochos, y nos fuimos de picnic a un mirador, donde en la orilla de la carretera se puede ver la ciudad de Toledo desde lo alto. El calimocho es una bebida muy popular entre los jóvenes de España, ya que se utiliza vino tinto de baja calidad, barato y se mezcla con coca-cola. Es el equivalente a las aguas locas con Tonayan en México.
A partir de Toledo, empezamos a recorrer distancias más largas, pasamos por Zaragoza, y nos dirigimos a Pamplona, en el norte de España.
Lamentablemente por la fecha en que tenía mí boleto de avión, me quede a dos días del inicio de las festividades de San Fermín (mal llamada “Pamplonada”, casi como si a nuestra fiesta de independencia le llamaran los extranjeros la “Mexicanada”). Pero pude ver los preparativos y el ambiente de fiesta que ya estaba en el aire. Continuamos el viaje al norte, el paisaje se volvió montañoso, con coníferas y la temperatura empezó a bajar. Anteriormente habíamos estado viajando por valles algo áridos, llenos de olivos y cerros pelones adornados con el toro negro (originalmente el logo del brandy Osborne, actualmente ya fue adoptado por el gobierno como un símbolo cultural de España, espero en México no hagan eso con la silueta de un cuervo o de un murciélago negro).
Llegamos a San Sebastián, ciudad muy diferente a todas las demás, con mucha gente pudiente y edificios de lujo. Por la tarde-noche la gente pasea por la playa, en sus mejores prendas, muy afrancesado. Ese día era 4 de Julio y por alguna razón extraña en un pub irlandés empezaron a festejarles a los gringos presentes su independencia. El ambiente no era malo, pero estaba muy lleno, así que después de unas Guinness preferimos dejar el ambiente gringo y nos metimos a un antrillo en la playa. Parecido a las discos de Acapulco, la sensación del lugar fue un grupito de 20-30 chavitas de alrededor de 17-18 años, la sorpresa fue saber que las niñas que parecían ya sea suizas, noruegas o danesas, eran todas fresitas mexicanas de las lomas de Chapultepec, que de premio por terminar la prepa las mandaron en bola a Europa.
Los días de viaje acababan, pero todavía faltaba un punto antes de regresar, y cruzando el país llegamos a Barcelona. Ahí, nos dieron asilo unos ex compañeros de mi primo, que estudiaban en Barcelona. Ya todos habíamos estado ahí, por lo que en esta ocasión dejamos a un lado gran parte de los sitios turísticos, y anduvimos de fiesta, solo hicimos una parada en la Sagrada Familia, y de ahí al antro.
Barcelona es totalmente multicultural, se ve mucha comunidad árabe, africana, china, etc., así mismo es grande la comunidad gay.
Una de las cervezas populares en Barcelona es la Estrella Damm y después la cerveza San Miguel. Aquí, en lugar de tinto de verano, se ve más la sangría, vino tinto con fruta, jarabe, agua mineral y brandy.
La primer noche nos fuimos a una zona de antritos sobre la costera, prácticamente sobre la playa, en hilera uno junto a otro, con todo tipo de música: pop, rock, latino, tecno, disco, etc. Entramos al antrito latino, esperando bailar un rato, sin embargo la vibra del lugar no era la mejor, la mayoría de los que estaban ahí eran ecuatorianos, colombianos y cubanos, que nos veían como si fuéramos a raptar a sus mujeres, por lo que mejor decidimos meternos a un lugar con música internacional con gente de diferentes nacionalidades.
El siguiente día en la noche preferimos ir a un club grande, similar al de Tarifa, con bailarinas volando por los cielos, malabaristas jugando con fuego, etc. Las bebidas algo caras (9 euros), pero para nuestra sorpresa el vaso de jaibol lo llenaban casi completamente con lo que pedias y te daban el mezclador aparte, por lo que salían unos dos o tres tragos de un solo vaso.
En fin, los plazos siempre se cumplen y el viaje por España terminaba, se extrañan todavía esas noches de marcha, definitivamente el país que mejor parrandea y donde el verano es todo un acontecimiento para locales y foráneos.
Nos vemos pronto, prometo ya no extenderme tanto en los blogs como en este, je, je.
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